PABLO ROMERO / ÁREA DE COMUNICACIÓN FEB
Visitas institucionales, cenas de celebración, felicitaciones de los aficionados... El Sáenz-Horeca Araberri vive estos días el lado más amable de la temporada o, lo que es lo mismo, la consecuencia directa de su noche más mágica.
Y es que aún resuenan por Vitoria los ecos de lo vivido en Ávila el pasado viernes 13 de mayo cuando el conjunto vasco no dejó escapar la posibilidad de certificar su ascenso a la Liga LEB Oro. Una noche que comenzó a primera hora de la mañana y que se extendió durante casi 24 horas, las más vibrantes e intensas del curso para una plantilla que, como no podía ser de otro modo, estuvo acompañada por un buen número de anécdotas y curiosidades.
Dani Lorenzo, enemigo íntimo del silencio:
El reloj marcaba las 10:30 h. y el autobús del Sáenz-Horeca Araberri cerraba sus puertas en el parking de Mendizorroza. La expedición vitoriana ponía rumbo a Ávila según el horario previsto pero bien podía haberlo hecho incluso con algunos minutos de adelanto ya que para entonces todos sus integrantes esperaban ya la salida desde los asientos que habían ocupado de manera inalterable durante toda la temporada.
En el deseo de todos para ese último viaje, el poder regresar a casa cuanto antes ya que eso supondría el haber cumplido con ese objetivo con el que llega cualquier equipo a una final por el ascenso al mejor de cinco encuentros: ganar, ganar y volver a ganar. Pero por delante aún restaban casi cuatro horas de camino en las que pocas voces lograron perturbar el más absoluto de los silencios de un viaje en el que sus protagonistas se encontraban ya con la cabeza en el partido.
Un silencio que se mantuvo incluso unas horas después en el camino del hotel al pabellón y que el alavés Dani Lorenzo decidió romper desde el micrófono situado junto al conductor. Con él entre sus manos el joven base relajaba la tensión entrelazando algunas bromas con las últimas pautas de cara al encuentro. Sin duda la mejor manera de “forzar” las primeras sonrisas de un equipo deseoso de poder alcanzar cuanto antes la hora bruja.
Con prisas por llegar, jugar y ante todo ganar:
Habían soñado con este día durante prácticamente toda la temporada y es por ello que los jugadores vitorianos trataban de ganarle tiempo al reloj pre-partido en cada acción. Así lo indicaba su prematura llegada a un CUM Carlos Sastre completamente vacío a casi dos horas del comienzo y en el que algunos de los jugadores vitorianos pasaban por el parqué antes incluso que por los vestuarios para comprobar su estado.
De este modo daba comienzo el calentamiento más largo de la temporada y en el que el silencio volvió a ser la tónica dominante. Con Beau Levesque forzando en solitario diferentes tipos de movimientos en la pintura y Tyron De Lattibeaudiere ejercitándose en una de las canastas laterales, la mirada perdida de los bases Dani Lorenzo y Fabio Santana durante sus estiramientos anticipaban que podía ser el gran día. Un deseo que pudo llevar incluso a alguno de sus compañeros a distraerse por unos instantes con el arcoíris visible a través de las amplias cristaleras del pabellón como si su irrupción tratara de llevar hasta la pista la olla repleta de monedas reconvertidas en un ascenso de categoría. Pero para ello aún quedaba lo más difícil, 40 minutos de juego…
Los infiltrados de Jiménez, entre la marea naranja:
A punto de lanzarse el balón al aire, los jugadores del Sáenz-Horeca Araberri recibieron desde la grada posterior a su banquillo el cariño de los cerca de 40 aficionados desplazados con el equipo en un autobús organizado por el club. Una auténtica marea naranja que, ya sobre el papel, podía parecer mucho más numerosa de lo que se creía en un principio.
Nada más lejos de la realidad ya que, infiltrados entre seguidores y aficionados pudimos encontrar a un buen número de familiares y amigos de Sergio Jiménez. Y es que la proximidad geográfica con su Salamanca natal así como con la localidad de Fuenlabrada donde ha residido en casi toda su carrera deportiva permitieron la llegada de un total de 35 “nuevos aficionados” que no dudaron en sumarse al naranja vitoriano para empujar hacia el triunfo al equipo del entrenador visitante.
Camisetas, cava y una GoPro con la que no perder detalle:
Desde ese momento y hasta el bocinazo final pocos detalles escaparon a las cámaras de FEBtv quienes ofrecieron el encuentro en directo pero no fueron pocas las anécdotas que acompañaron al plantel en sus primeros minutos como nuevo equipo LEB Oro. Con el encuentro finiquitado y la afición local volcada con la entrega del Carrefour El Bulevar, los jugadores vitorianos iniciaron una fiesta en la que no podían faltar las habituales camisetas conmemorativas con las que dirigirse al interior del vestuario.
Fue en su interior donde se desató la locura, entre las mismas cuatro paredes en las que, allá por el mes de enero, el Marín Ence Peixegalego había celebrado su título copero. Y, aunque las comparaciones suelen ser odiosas, en esta ocasión los protagonistas del festejo llegaron con la fiesta mucho más organizada. O lo que es lo mismo, con una buena caja de un cava “desperdiciado” a lo grande por Mirza Bulic y Dani Lorenzo mientras empapaban uno a uno a sus compañeros ante la atenta mirada de la GoPro del MVP Beau Levesque. Y es que el norteamericano se convirtió en improvisado reportero de una fiesta en la que los selfies y los cánticos se alternaban con sus pequeñas entrevistas a los protagonistas del ascenso a modo de recuerdo.
Con Tyron De Lattibeaudiere preguntando una y otra vez por una copa de recuerdo que premia tan sólo al campeón liguero y no al de los playoffs llegó el ya tradicional momento de la ducha al técnico pero si pensaban los jugadores vitorianos que iban a pillarle desprevenido… Para entonces, Sergio Jiménez se había desprendido ya de la ropa de partido portando un pantalón de juego del equipo y una camiseta conmemorativa con la que no le importó lo más mínimo pasar por unas duchas en las que ratificar su condición de técnico LEB Oro rodeado del cariño de sus jugadores.
Completamente empapado, sus últimas palabras al vestuario parecía perder una seriedad recuperada con el mensaje de felicitación bilingüe: “Enhorabuena a todos por el trabajo, congratulations to everyone, el trabajo siempre tiene su premio y hoy… cenamos y salimos todos juntos”.
Y Michael Jordan inspiró la tan ansiada celebración:
Poco más podremos filtrar sin consentimiento previo de una noche que comenzó con un ascenso a las afueras de la capital abulense y que terminó con la ciudad amurallada siendo cómplice de la gran fiesta de un vestuario en el que sin embargo se vivió una de las últimas anécdotas publicables de la jornada con la llegada de todo un ilustre como Michael Jordan.
Y es que, emulando a la celebración de la conquista de los anillos de los Bulls, el alero Mirza Bulic hizo aparecer una caja de puros a la que no tardaron en sumarse el norteamericano Joe Hart así como el autóctono Kerman Villate. Entre calada y calada, el “big three” de la celebración repetía el posado del mago del baloncesto mientras el exterior bosnio sentenciaba: “Si Michael celebraba así, ¿por qué nosotros no íbamos a hacerlo…?”
Una imagen para el recuerdo y con la que anticiparnos a un Sáenz-Horeca Araberri de LEB Oro.